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Se dedican a viajar, a escribir, a practicar deportes. Son los dueños del tiempo: en una época en la que se ha vuelto un bien escaso, para ellos es uno de los mayores lujos.
"No tengo tiempo para preocuparme por cómo pasó. Ahora el tiempo es la moneda. Los ricos viven para siempre", se resigna Will Salas al principio de la película El precio del mañana. Protagonizada por Justin Timberlake y dirigida por Andrew Niccol, aquí se muestra un mundo ficticio en el que no existe el gen del envejecimiento y donde la moneda de cambio es nada menos que el tiempo de vida. A los 25 años se les da a las personas un año para vivir y tienen que ganarse el tiempo para no morir. En este contexto en el que un café cuesta cuatro minutos, una abuela y su nieta parecen hermanas y media hora es un regalo para almorzar, hay ciudades en las que los individuos hacen todo corriendo para ahorrar segundos. Y cuando el reloj -que desde sus brazos les recuerda que el tiempo vuela- marque el cero, ya no habrá nada que puedan hacer. En cambio, en otros lugares como New Greenwich, sus habitantes, que son ricos, no conocen el apuro. Y no se preocupan por pagar una habitación simple en un hotel con dos meses y medio... de sus vidas. Es como si los hechos sucedieran en cámara lenta, muy lenta.
En este caso extremo, no podría decirse de ninguna manera que la realidad supera la ficción, pero hay al menos una cuestión que no difiere tanto de la vida actual. El tiempo se ha vuelto un bien escaso y es por eso que para muchos es uno de los mayores lujos que hay.
"Se corrió de lugar la cuestión de cómo el lujo tiene que ver con la identidad de uno y dejó de ser una cartera o un objeto determinado; hoy es un lujo elegir en qué ocupar el tiempo. Uno puede elegir más cómo pasarlo y con quién según la escala en la que se maneje", explica Sabrina Mauas, Master en Moda y Comunicación por el Istituto Europeo di Design de Milán, que acaba de presentar el estudio El lujo hoy. Una historia de experiencias y tecnología para Patio Bullrich, el exclusivo centro comercial porteño.
En ese sentido, un exponente del lujo parece ser Miriam Grinovero, una contadora de 43 años que hace todo lo que le gusta, cuando quiere. "Cuando trabajaba, el tiempo libre era lo que más deseaba y no lo tenía. Entonces ahora lo aprovecho y lo disfruto a full. Tener tiempo para mí, para hacer mis cosas, es fundamental. Está por encima de todo", cuenta. Fanática de la actividad física, programa la semana desde la mañana hasta después del mediodía. "Es la prioridad. Me levanto, voy al gimnasio, a una clase de baile. Después vuelvo, desayuno, y al gimnasio otra vez para la clase de spinning, luego almuerzo en casa con mi hijo que ya está levantado y preparándose para ir al jardín", comparte su rutina vía Skype desde Miami, donde hace base un mes al año y de ahí va a diferentes destinos como Cancún u Orlando, con su marido, Omar Carballo, y su hijo Facundo, de cuatro años. Los dos trabajaron en un banco internacional que cerró en Buenos Aires y, gracias al dinero del retiro y los ahorros, disfrutan del ocio tanto juntos como separados.
"Un lujo para mí es poder viajar en cualquier momento o época del año sin estar atada a obligaciones. Y viajar es otra de las actividades que forman parte de nuestro estilo de vida, ya sea al exterior o en Argentina, voy a visitar a mis padres que viven en Entre Ríos. Poder ir cuando quiero, no cuando puedo. Antes tenía que esperar un fin de semana largo, ajustarme a los feriados. Ahora cuando tengo ganas de ver a mis familiares, voy; cuando tengo ganas de reunirme con mis compañeras de promoción, viajo", explica con toda naturalidad.
Parece encarnar la definición de ocio inteligente, que patentó hace casi dos décadas el especialista en lujo Willie Carballo, CEO de Fine Hotels Spas & Resorts Of The World, y representante en la región de la Clínica La Prairie, de Suiza, entre otras. Ocio inteligente es aquello que brinda disfrute conscientemente, es volver a percibir las pequeñas cosas, a utilizar conscientemente los cinco sentidos. "Estamos en piloto automático", alerta Carballo, que a pesar de tener una intensa agenda laboral destina un espacio importante al disfrute. Cocinar, jugar al golf, viajar en familia son algunas de sus elecciones para pasarla bien. Más allá de que su trabajo está muy vinculado a la alta gastronomía, a probar cómo son los masajes en algún spa, a los viajes, no deja de ser un trabajo aunque sea placentero. Entonces él respeta a rajatabla los fines de semana para desenchufarse. Y destaca el valor de lo simple: el olor a café, a pasto recién cortado.
"El mayor lujo es qué hacés con tu tiempo libre. Porque en realidad, tiempo libre tiene mucha gente. El lujo verdadero no es solamente tener tiempo libre, sino qué se hace con él", especifica.
Philippe-Charles Deroy, decorador y codirector de la agencia de prensa y relaciones públicas Socialité PR, de 37 años, se dio cuenta de que el ocio era necesario para vivir bien. Aunque hay muchos momentos de su vida que para la mayoría de la gente son de recreación, para él una vida social muy activa, presenciar estrenos, conocer nuevos restaurantes y tomar unos tragos en bares y discotecas significan trabajo. "Aprendí que mi tiempo de ocio debía ser en otro momento, entonces empecé a dedicar horas en la semana a escribir, leer, recorrer la ciudad. La clave es hacer algo sin pensar en mis temas diarios, pero no es fácil. En mi caso, hay que apagar primero el celular", detalla Deroy.
Con una profesión ligada al lujo, estudios de decoración en la Escuela del Louvre en París, de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de La Sorbonne y un pasaporte con varios sellos, Deroy considera un privilegio tener una media hora extra cada día para caminar al aire libre o leer.
Un mercado en auge
En un universo en el que los bienes exclusivos a nivel mundial continúan con su crecimiento anual de dos cifras y el mercado global supera los 200 mil millones de euros, según la consultora del mercado de lujo Bain & Company parece extraño que el tiempo para el ocio sea tan importante. Sin embargo, tiene su lógica pensar de qué sirve en definitiva tener acceso a todo lo material si lo que falta es el tiempo para disfrutarlo.
Pronosticando un futuro promisorio, Bain calcula que el mercado de bienes de lujo global en el 2025 probablemente sea cinco veces mayor que lo que era en 1995.
¿Quién podría resistirse a unas vacaciones en islas exclusivas, a comer en los mejores restaurantes, elegir autos de altísima gama, llevar las carteras más deseadas y usar joyas carísimas? Sucede que, aunque todo esto pueda resultar atractivo, los máximos referentes del lujo coronaron aquello que llamamos tiempo como el rey indiscutido del mundo de la magnificencia. "Es hacer lo que se quiere cuando se quiere. El lujo no es material", decía Jean-Marc Jacot, el presidente del fabricante suizo de relojes de lujo Parmigiani Fleurier, en una cumbre sobre el lujo organizada por Reuters en 2011.
"El lujo y el tiempo están absolutamente relacionados. En el lujo se pierde la noción del tiempo", según Diego Schvartzman, presidente de MdL Luxury Consulting Group, una empresa de consultoría global especializada en el mercado premium. Y detalla que una persona que quiere adquirir un producto de lujo busca tenerlo por un tiempo indeterminado e incluso con los años ese producto se valora cada vez más.
Cuando uno entra en una boutique de lujo, ¿cuál es la primera impresión? Es como si el tiempo se detuviera. Nadie está apurado, el vendedor habla despacio. Cambia la velocidad con la que todo se desarrolla. "Por eso se dice que el lujo es eterno", ejemplifica.
Es una cuestión de disfrutar el momento, no de velocidad, dice Schvartzman. Uno tiene que saber qué es para cada uno ese lujo. Hay gente a la que le gusta viajar, jugar al golf, coleccionar relojes. Para cada uno el placer está en diferentes cosas.
Y parece que poder disponer de las horas para el ocio está bastante cerca de la idea de libertad.
"Trabajo para mí. Esto me da la posibilidad de manejar los horarios y poder hacer lo que quiero", comenta Carminne Dodero, organizadora del Six O'Clock Tea, un té desfile para público exclusivo que se realiza en Buenos Aires desde 2003. "Por suerte no hay días típicos en mi vida. Tengo fobia a la rutina. Cada día es diferente", agrega.
Carminne ha viajado muchísimo, vivió nueve años en Estados Unidos, y para ella tomarse un avión por un fin de semana era común. Esta mujer de 36 años, que estudió en Boston Relaciones Internacionales y trabajó en Nueva York junto al prestigioso fotógrafo de moda Mario Testino, viaja casi todos los años a Grecia, donde aprovecha para practicar esquí acuático. Y el esquí en la nieve es también un deporte que disfruta muchísimo.
La tecnología, dos caras de un fenómeno
Es inevitable pensar en tecnología cuando entra en escena el tiempo. Con los cambios vertiginosos que permiten los nuevos programas y dispositivos, el ahorro del tiempo puede ser un resultado de una compra online, por ejemplo. O de un trámite bancario con un clic. Un par de horas entre traslado físico y filas, que se pueden reemplazar por algo bien diferente, algo que es divertido, disfrutable, en definitiva: ocio.
Una tendencia es que todo en el lujo es móvil, es Internet, es lo digital, aunque al principio hubo resistencia en las marcas de alta gama por sumarse al mundo cibernético.
"Sigue siendo muy importante ir al local y que te atienda la persona que te conoce, salir con la bolsita. Pero eso tuvo que complementarse con la pata tecnológica, porque todo el mundo pasó a ser usuario de redes sociales. Las marcas de lujo tuvieron que darse cuenta de que lo masivo no es contrario al lujo", según Mauas.
Pero la contratendencia no se hizo esperar. "En el wellness tourism (turismo de bienestar) que tiene que ver con la conexión con el factor humano hay una tendencia a la desconexión, y hay hoteles de lujo que como un valor no ofrecen wi-fi", explica Constanza Sierra, directora de la consultora Essentia, que está especializada en marcas de lujo y premium.
Concepto esquivo
Los expertos coinciden en que no hay una única definición de lujo, aunque cuando se trata de marcas fastuosas hay ciertas características que deben estar. "El lujo es un concepto relativo. Tiene que ver con qué significa para cada persona. El tiempo, para muchas personas que tienen disponibilidad de dinero, es uno de los lujos de la época -afirma Sierra-. Pero de nada sirve la sobreabundancia de dinero si no tenés tiempo", agrega.
"El tiempo es ocio. Lo único no renovable en la vida es el tiempo. Minuto que se te va, si no lo disfrutaste.", concluye Willie Carballo.