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Hacer el bien o hacer negocios son, casi siempre, opuestos en la Argentina. Pero hacer bien el bien, y que los buenos resultados se extiendan en el tiempo, implica unir esos dos extremos. Es decir, hacer el bien y hacer negocios.
Los promotores de esta idea afirman que quien busque y obtenga rédito de proyectos sociales no debe ruborizarse. La posibilidad de que los inversores puedan aspirar a eso podría atraer a otros tradicionales e incrementar el flujo de fondos para respaldar estas iniciativas. La consecuencia sería amplificar su impacto en relación al que pueden alcanzar con fondos de familia, amigos y donantes, de los que suele depender la sustentabilidad de los proyectos.
Fondos de inversión, redes de ángeles, plataformas de crowfunding e instrumentos de financiación enfocados en emprendimientos sociales. Como en las start ups tecnológicas, las de esta naturaleza tienen, en menor escala, su propia red de actores creciente en el mundo. Es un ecosistema dentro del ecosistema emprendedor, con especies similares, pero no iguales. Los inversores, por ejemplo, están igualmente dispuestos a afrontar riesgos, incluso mayores; lo que los distingue es un atributo peculiar: la paciencia. El premio a largo plazo es un doble y hasta triple retorno, que además de económico es social y ambiental.
La comunidad en torno de las empresas sociales se reunió hace un par de semanas en la conferencia internacional TBLI, auspiciada por el gobierno de la ciudad de Buenos Aires. En esa edición del evento para América latina -también se hace en otros lugares del mundo-, asistieron representantes de distintos fondos de inversión "de impacto" y firmas de la región, con el objetivo de profesionalizar el sector, asociado tradicionalmente con fines altruistas.
Una de las claves del fortalecimiento es el impulso a emprendedores de este campo, menos tentadores para los capitales de riesgo. Se trata de tocar la puerta correcta: "No todo el dinero es igual, y no cualquier dinero sirve a cualquier emprendedor", sintetizó Julián Costábile, director de Sustantabilidad de SMS.
Los perfiles de estos inversores son diferentes. Pero son inversores al fin. Giampiero Grandi, ex director global de banca privada del Lloyds Bank y CEO de la firma de inversiones Grandi & Partners, aclaró una confusión frecuente. "Se cree que poner dinero en proyectos sociales es filantropía. Pero hacer negocios es algo distinto y si no son rentables, no pueden sostenerse en el tiempo", dijo Grandi.
El director local de la organización Ashoka, Matías Kelly, un referente en el sector consultado por LA NACION, coincidió con lo dicho en la conferencia: "Es cierto que hoy son dos opciones distintas, o donás o invertís, pero la inversión social está en el medio". Allí está la veta para la rentabilidad, aunque aún sin grandes ambiciones de lucro por las condiciones de tasas bajas y un alto riesgo. Sirve de ejemplo la propia experiencia. Kelly es también cofundador de Sumatoria, una plataforma de crowdfunding donde se hacen préstamos sin interés para microemprendedores de bajos recursos. Este año lanzará Sumatoria II, que contemplará una tasa a los que pongan su dinero.
En contraste con otros fondos de riesgo, la salvedad de estas colocaciones, como se ha dicho, es el horizonte temporal. "Un venture capital que invierte en tecnología, mira a un período de siete años como máximo; en un proyecto de impacto debe mirar a 12, 15 o 20 años", precisó Grandi.
Los tiempos extensos para validar los modelos fueron subrayados en un informe reciente del World Economic Forum como uno de los grandes retos, al igual que las métricas. "Tasa, ROI, TIR... más allá de lo económico -opinó el director de Ashoka-, deben construirse nuevas herramientas para medir el retorno socioambiental." Es que si queda incierto, es difícil mantener y contagiar la motivación del inversor.
En la jornada de TBLI, se destacó la multiplicación de los fondos de impacto regionales en los últimos años. La cantidad de jugadores creció en la última década de dos o tres fondos internacionales a más de 50 locales y globales, de acuerdo con un estudio de Bain & Company. El monto comprometido fue de US$ 160 millones en 2008 a US$ 2018 millones en 2013. "La cifra varía si se incluye el aporte en aumento de ángeles que coinvierten en nuevas compañías, family offices y otros", observó Sebastián Carducci, director de la red de angels global Toniic, que busca sumar voluntades en el país.
Los inversores ven posan los ojos en América latina. "Es el momento para invertir porque el retorno social y ambiental es mayor e inmediato cuando los problemas son mayores; hay apetito sobre la región", dijo Grandi. Brasil es uno de los más avanzados.
La Argentina, sin embargo, tiene sus propios desafíos. En palabras del italiano Grandi, el principal "tiene que ver con la credibilidad del país, necesaria para atraer inversiones de largo plazo; de otro modo, no se trata de inversión sino de caridad. El gobierno tiene más que un problema y mucho por hacer en ese sentido".
Sin desconocer la imprevisibilidad local, Kelly es optimista al analizar que este momento de transición hacia una nueva economía basada en energía limpias, reutilización de residuos y otros cambios, derivará en la creación de empresas con impacto ambiental, adonde irá el capital.
El antecedente en el país es el fondo Equitas Ventures, que, según evalúa Kelly, apalancó emprendimientos pero no abrió camino. Hoy, Njambre y Socialab son dos de los pocos espacios donde se impulsan emprendimientos sociales. "La inversión de impacto en el país es apenas incipiente", describió Federico Seineldín, creador de Njambre. Tanto, que la escasez está de ambos lados del mostrador. "Es el problema del huevo o la gallina -grafica Seineldín- ¿no hay fondos porque no hay proyectos interesantes, o no hay empresas porque no hay fondos?" Pese a esa realidad, cree que el mundo ha cambiado y el país no está al margen.
La oportunidad se proyecta hacia adelante. Sea con el huevo o con la gallina, empezar depende por estos días de actores clave entre empresas y capital. "Los facilitadores", definió Paula Cardenau, cofundadora y representante de Njambre en TBLI. Así, aludió a gobiernos o fundaciones que puedan sentar las bases con inversión semilla y, junto al capital propio, allanar el camino hacia otros inversores de etapas posteriores.
Emprender para el futuro
Un informe del World Economic Forum publicado en diciembre destaca que a pesar del "ruido" en torno de la inversión de impacto, los US$ 50.000 millones de activos bajo gestión en el mundo aún representan una pequeñísima proporción en relación al total. En cuanto a las tendencias que tendrán efecto en inversiones de este tipo, contempla el aumento de la riqueza, la mayor incidencia de la mujer como inversora y su sensibilidad en relación a estas iniciativas, y la mentalidad de los millennials, que enfatizan el rol social de las empresas para afrontar desafíos como escasez de recursos, cambio climático y desigualdad.